Unos comienzan temprano (por ahí de noviembre-diciembre del año anterior), otros (como yo) lo dejan "para más tarde". Lo cierto es que llega ese momento del año en que te comienzas a preguntar "y yo qué voy a hacer en el verano".
La semana de vacaciones entre el trimestre de invierno y el de primavera sirve como escenario perfecto para las concebidas entrevistas de empleo o en mi caso (lo digo con un poco de vergüenza), para comenzar mandar y distribuir CVs como si fueran volantes. La semana de spring break sirve pues, para hacer la obligada peregrinación anual a Washington, D.C. Muy trajeaditos y muy abrigaditos, deambulan los estudiantes por la ciudad, tocando puertas y rogando (todo muy profesional) que lo contraten con o sin paga durante el verano. Algunos centran esfuerzos en organizaciones claves (les puedo enumerar a varios que se conocen todos los pisos del Banco Interamericano de Desarrollo). Otros, como yo, llaman por teléfono y recorren la ciudad corroborando que Mr. o Mrs. "encargado(a) de darme empleo" tenga esa hoja de papel bond donde se detalla lo maravilloso que es uno, a fuerza de márgenes de 3 milímetros y letra Garamond 10. Ya de noche y después de una siesta, uno se lanza a los bares a ahogar la incertidumbre del empleo en tragos de 10 dólares, mismos que so financiados con los pocos recursos que quedan para cerrar el mes. Se acaba el spring break, uno regresa a clases (agotado) y se encomienda a cualquier ente o fuerza superior que algo pegue.
En mi caso, nada de lo que traje a D.C. pegó. Sin embargo, las ofertas llegaron por otro lado. Después de algunas charlas con mis psicólogos de cabecera ( gracias Pato & Juan!), me decido a sacrificar los dólares que quedan de la venta de mi coche (el equivalente monetario a las llantas, la defensa de un hermosísimo Sentra 99 color arena) y rechazo la oferta de trabajo pagado en el D.F. por contar con la experiencia de trabajo profesional en cualquier otra parte del mundo. Y así, salen las ofertas de Ginebra, Nueva York y Washington. En el regateo y el análisis de costos, sale victoriosa la capital del imperio. Una vez decidido, se programa el viaje de compras por la ropa veraniega de oficina (aaahh el shopping...mi deporte favorito).
Así pues, se determina que Machuquita se va de intern a la embajada de México en Washington (saben que el Washington Post reportó que al inicio del verano habían llegado a la ciudad 11,000 interns?). El resto de mis compañeros de la maestría se regaron por el resto del país y del mundo. El recuento del verano va a ser muy interesante.
Yo por mi parte, anhelo la llegada de septiembre para irme a GDL de consentida de mis padres a alguna playita mexicana...
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