A todos nos pasa. En ocasiones, no hay nada que contar (literalmente, nada). Y en otras, lo que sobra son noticias. Y sin embargo, “compartirlas” resultaría en una lista casi interminable de pendientes, problemas, eventualidades y desencantos cuyo recuento más sencillo se reduce a decir “nada, nada nuevo”. Así estoy en estas fechas. Me siento más allá del “my plate is pretty full right now”, en una suerte de malabarismo exhaustivo al cual no se le ve fin. Supongo (quiero creer) que todo tiene sentido en esta vida y que en retrospectiva, en su momento, me llegará la perla de sabiduría que busco. Pero entre la calma, el desaliento y el desasosiego, de verdad que cuesta mantener el ánimo.
Ni hablar… que siga la fiesta, no hay mal que dure cien años (ni quien lo aguante…).
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