Acabo de desenterrar a mi madre, muerta hace tiempo. Y lo que desenterré fue una caja de rosas: frescas, fragantes, como si hubieran estado en un invernadero.
¡Qué raro es todo esto!
II
Es muy raro también que yo tuviese una madre. A veces pienso que la soñé demasiado, la soñé tanto que la hice. Casi todas las madres son criaturas de nuestros sueños.
III
En la fotografía conserva para siempre el mismo rostro. Las fotografías son injustas, terriblemente limitadas, esclavas de un instante perpetuamente quieto. Una fotografía es como una estatua: copia del engaño, consuelo del tiempo.
Cada vez que veo la fotografía me digo: no es ella. Ella es mucho más.
Así, todas las cosas me la recuerdan para decirme que ella es muchas cosas más.
X
Quiero hacerte un poema, darte unas flores, un plato de comida que te guste, alguna fruta, un buen trago; llevarte a tus nietos, comunicarte una noticia estupenda.
De la ventana de tu casa me he regresado porque tu casa esta vacía inexplicablemente.
¿Qué le pasa al mundo?
Me he puesto a trabajar como un burro tratando de ocuparme, de traerme al mundo, de estar con las cosas. Lo he logrado. ¡Pero hay un instante de lucidez, un solo instante!
"Si vuelves atrás la mirada quedaras hecho una estatua de sal." Y yo soy, apenas, un hombre de piedra que quiere ver hacia adelante.
XI
Dame la mano, o cógete del brazo, de mi brazo. Entra al coche. Te llevaré a dar el último paseo por el bosque. Querías vivir, lo supe. Insistías en que todo era hermoso, pero tu sangre caía como un muro vencido. Tus ojos se apagaban detrás de ti misma. Cuando dijiste “volvamos” ya estabas muerta.
¡Qué dignidad, qué herencia! Nos prohíbes las lágrimas ahora. No nos queda otro remedio que ser hombres.
XII
Debe ser algo distinto. Tu alma: unos puntos de luz reunidos en el aire, una luz tibia y flotante. Algo que se aposenta en el corazón como un pájaro.
Yo la he visto sin verla, la he tocado con otras manos diferentes a estas. Hemos hablado de algún modo que todavía no entiendo, y me ha dejado triste.
Me ha dejado triste, tirado todo el día sobre mis sueños.
XIV
Tú conoces la casa, el pequeño jardín: paredes altas, estrechas, y allí arriba el cielo. La noche permanece todavía sobre la tierra y hay una claridad amenazante, diáfana, encima. La luz penetra a los árboles dormidos (hay que ver la isla de los árboles dormidos en la ciudad dormida y quieta). Se imaginan los sueños, se aprende todo. Todo está quieto, quieto el río, quieto el corazón de los hombres. Los hombres sueñan.
Amanece sobre la tierra, entre los árboles, una luz silenciosa, profunda.
Me amaneces, dentro del corazón, calladamente.
XVII
Lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frió en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedara la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
Pero más inútil morir.
XXIV
Todo esto es un cuento, lo sabemos. He querido hacer un poema con tu muerte y he aquí que tengo la cabeza rota, las manos vacías. No hay poesía en la muerte. En la muerte no hay nada.
Tú me das el poema cuando te sientas a mi lado, cuando hablamos. ¡En sueños! ¿No serán los sueños sólo la parte subterránea de ese río que amanece cargado de esencias? ¿No serán el momento de conocer para siempre el corazón oculto de la tierra?
¿Quién canta? El que lloró hace rato. ¿Quién va a vivir ahora? Los que estábamos muertos.
El paralítico se levanta todos los días, a andar, mientras el ciego atesora la luz para siempre.
Por eso el hambriento tiene el pan, y al amoroso no lo sacia la vida.
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Fragmentos de "DOÑA LUZ" de Jaime Sabines (Maltiempo, 1972).
"Yo lo que quiero es llorar, pero me gana la vida"... y con la vida sigo adelante.
Ciao chaparra.